ANSIEDAD Y VELOCIDAD: CÓMO NAVEGAR EN UNA REALIDAD EN PERMANENTE MOVIMIENTO

ANSIEDAD Y VELOCIDAD: CÓMO NAVEGAR EN UNA REALIDAD EN PERMANENTE MOVIMIENTO

Texto por Marcos Alejandro Concha Vasquez AKA FRAMESHELLL

 

 

No sé si será una percepción general, pero pareciera que, en cada conversación, en cada encuentro o en cada cruce de palabras con un otre, en algún momento coincidimos en que se siente que todo se mueve cada vez más rápido. Como que no alcanzas a acostumbrarte a la forma nueva de funcionar y llega una actualización para pegarte un combo en el hocico. Claro, una escucha también que, al mismo tiempo, hay más posibilidades —¿para qué? No sé, pero en la tele dicen que las hay—… pero en un contexto donde el constante crecimiento de opciones va acompañado al mismo tiempo de una cantidad de horas del día que se mantienen infinitamente fijas, ¿en qué podrían transformarse esas opciones sino en más razones para estar hasta el cuello de ansiedad, incertidumbre, más deberes, más “tener que”? ¡Más tiempo, menos descanso, menos plata y aaaaaah! En una máquina que parece que no va a esperar por nada ni nadie, es fácil, esperable y hasta en muchos momentos sano entrar en una especie de “piloto automático”. ¿Te ha pasado que, en un camino que siempre recorres, de pronto notas algo absolutamente nuevo para ti, algo que nunca habías notado pero que es imposible que haya aparecido de la noche a la mañana, pero por alguna extraña razón nunca habías visto antes? Ese es el “piloto automático”, ese trance cotidiano que nos hace creer que estamos presentes, pero en realidad solo estamos “funcionando”.

Como humanos, no solamente somos psique y cuerpo, sino una mezcla rara de diferentes y complejas partes constantemente relacionándose para, en última instancia, una sola función: sobrevivir. Desde esa lógica, es esperable que estemos en una constante búsqueda de predictibilidad, porque entre
más predecible es un contexto o rutina, más es el tiempo en el que podemos mantener un estado de homeostasis —o equilibrio—, un estado en el que solo tenemos que repetir y mantener. Entre más predecible es un contexto, menos energía necesito, pues no debo invertir recursos, ni físicos ni psíquicos, en encontrar estrategias nuevas para adaptarme a desafíos propios del cambio; solo debo aplicar y mantener la rutina fija y estática, y por lo tanto tenemos más posibilidades de conseguir nuestra meta final: la sobrevivencia. Ahora,
todo lo anterior es bastante ficticio porque también como humanos, y más importante, seres inherentemente sociales y fisiológicamente finitos, lo más constante y estable que tenemos es, paradójicamente, el cambio.

Así es como seres humanos, buscamos la predictibilidad para mantener un estado de equilibrio. Sin embargo, la constante adaptación a nuevos desafíos nos obliga a gastar energía en encontrar estrategias para sobrellevar estos cambios. Aceptar que el cambio es una constante en nuestras vidas es el primer paso para abordar este fenómeno.

En esta columna, me gustaría poder entregar ciertos tips para poder darle la batalla a lo que se nos presenta como realidad, y sin ánimos de caer en una positividad tóxica en la tónica “weona, tú podí”; me gustaría compartir unos tips que propicien una manera nueva de poder enfrentarnos a este vertiginoso cotidiano, una nueva forma de mirar, que nos permita surfear esto que hemos decidido llamar vida.

 

1. Atención a tu diálogo interno: En un contexto donde cada uno pareciera estar en
la siga de su propio destino, construyendo sus cimientos y, desde esa vereda, en su propio “piloto automático”, el poner atención a nuestra voz interior y la calidad
de este diálogo resulta primordial para poder intervenir en las diferentes
situaciones que pudieran estar condicionando nuestro cotidiano. Cada cierto
tiempo, cuando te acuerdes, de forma sorpresiva y sincera, monitorea tu voz
interior, tu diálogo contigo mismo, su calidad, su tono y, a grandes rasgos, cómo
es el diálogo con esta persona (aunque parezca extraño, la mejor forma de hacerlo
es literalmente hablar en voz alta como si fuera un otro al que le hablas y continuar
esa conversación a ver qué aparece). ¿Le hablarías así a una persona que
quieres mucho? ¿Estos diálogos, hacia dónde van dirigidos: el pasado, el presente
o el futuro? Al comienzo no trates de caer en pensamientos que pudiesen crear
culpas o dudas sobre tu pasado. En vez de plantearte un “¿Por qué me hablo de
esta manera?”, te invito a preguntarte “¿Cómo puedo modificar la forma en que
cambio o vuelvo más amable mi diálogo interior?”.


2. Dale un lugar a lo que esta voz te proponga: Como humanos somos seres
gregarios, es decir, que tenemos una tendencia natural a pensar y actuar en el
contexto de comunidad; pero también es cierto que en el contexto de una sociedad
particularmente individualista como la nuestra, casi siempre son nuestras
experiencias con otras personas las que, tristemente, nos enseñan que a veces el
otro/a pudiese ser un lugar de riesgo y de mucha ansiedad -el dilema del erizo
para les que vieron Evangelion-. Es por esto que es entendible que muchos
tengamos resquemores al momento de compartir nuestro mundo interior con otra
persona, pero, al mismo tiempo, es súper bueno exteriorizar lo que muchas veces
solo se mueve en el mundo de los pensamientos. Por eso te propongo escribir
todo lo que pienses o te hable esta voz interior en un cuaderno o en algún lugar
donde puedas registrar este diálogo o información, un lugar que se transforme en
un interludio entre tú y el otro, un espacio seguro donde logres exteriorizar lo que
te sucede o piensas sin necesariamente exponerte a otra persona. Esto es de gran
ayuda porque muchas veces nosotros tenemos la ilusión de que, porque estamos
rumiando una idea (pensando una y otra vez), realmente la estamos trabajando, y
la verdad es que las cosas se conceptualizan y agarran cuerpo al momento de
cristalizarlas en el lenguaje -ya sea escrito o hablado- o dicho de otra forma, la
realidad se vuelve tal a través del lenguaje


3. De todas esas cosas registradas, ¿cuáles realmente están dentro de tu
control?: Una vez registrado todo lo que nace de este diálogo contigo misme, es
necesario poner en orden ciertas cosas… principalmente, cuáles están de hecho
dentro de mi control. Por ejemplo, no está dentro de mi control lo que la gente
pueda o no publicar en redes sociales, pero sí está dentro de mi control mi relación
con dicha red social, los espacios que habilito de exposición a dicha red o mi
actitud ante dichas publicaciones. No está dentro de mi control lo que suceda en el
futuro, pero sí mi esfuerzo, mi actitud y el trabajo para construir los recursos con
los cuales presentarme ante las diferentes situaciones que pudiesen sacarme de
mi homeostasis.


4. Prioriza: De estas cosas que están efectivamente dentro de tu control, ¿cuáles
están más a tu alcance? o ¿cuál puede ser el primer dominó que hace que todos
los demás se muevan y salga de la inercia de la inactividad?


5. Descansa: Así como lo menciono antes, no solamente somos psique sino también cuerpo, materia… es importante también armar una rutina que propicie un
descanso para poder recargar las energías. Porque francamente, hasta la gogo
más dura de la tarima de pronto necesita sacarse los tacos, ponerse chaleco y
pegarse un tutito para enfrentar el próximo carrete.


De últimas, todas estas formas de abordarnos a nosotres mismes apuntan no solo a mejorar la relación con nuestra voz interior, sino que también a empatizar con lo difícil que es para cada uno. ¡Caras vemos, pero luchas internas no sabemos, niña! Contemplar cómo el acto de estar vivos puede complicarse te ayuda a entender que quizás, el otro, el que a veces uno pudiese pensar que está haciéndonos daño intencionalmente… quizás, y solo quizás, vive una lucha de la cual aún no ha tomado consciencia.


Mucho amor, autoempatía y paciencia